Recipientes y Gatos

Mayra vom Brocke

Curaduría: Bárbara Golubicki
2 de Mayo - 26 de Septiembre 2020

Solo son recipientes y gatos, me dijo.
Por Bárbara Golubicki

Tuve un gato hace algunos años. Murió joven, apenas tres años. Se
enfermó de un virus que solo tienen los gatos pero no fue eso lo que lo
mató. Se dejó morir, dejó de comer, dejó de tomar agua. Esa capacidad
tienen y no hay forma de convencerlos. El día que murió creí que se
había curado: se levantó y empezó a saltar, a correr de un lado al otro de
la habitación. Chocaba contra las paredes y cambiaba de dirección, para
volver a chocar contra el radiador, y así. Cada golpe era prácticamente
silencioso porque de él solo quedaba piel y hueso. Su cuerpo ya no
pesaba. Vi esa motricidad siniestra, esa vitalidad revulsiva, vi el último
impulso y murió. No sé si esa energía tiene alguna explicación científica,
pero sé que tiene una visualidad y un movimiento.

Las pinturas de Mayra vom Brocke se disponen en un escenario
incómodo y mórbido. Sin presencia humana, los gatos ocupan espacios
que nos pertenecían. Ahora que nos corrimos, como sorprendidos in
media res, congelados en una viñeta pícara, ellos se retuercen sobre
autos, saltan molinetes endemoniados, vomitan, toman nuestra cerveza,
vuelan y se mimetizan con un murciélago lanzallamas, despedazan
pajaritos, se lamen, se relamen, despliegan paletas extrañas. Conviven
con recipientes vacíos, pinturas más calmas, más mentales. Bodegones
elegantes que no hacen más que estar ahí, a la espera, como signo de
una domesticidad cuya presencia encarna un contrapunto. Entre esos
polos negativos y positivos, una electricidad que recorre las pinturas, un
desconcierto que avanza, frena, choca, cambia de dirección y sigue.
Energías contrapuestas como la de ese instante vigoroso antes de la
desaparición. Mejoría de la muerte, se llama.

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