El presente no existe

Erica Bohm

Curaduría: Sebastián Vidal Mackinson
6 de Noviembre - 22 de Diciembre 2023

-…incluso esta conversación ocurre en el pasado, aunque sea millonésimas o milésimas de segundos.
Pero, claro, la cámara que yo estoy mirando ahora está a unos cuantos metros de distancia, por lo tanto, está a unas cuantas millonésimas de tiempo atrás, en el pasado respecto al tiempo que tengo en mi reloj, porque la señal se demora en llegar. La luz de la cámara se demora en llegar a mí, digamos por una fracción de segundo. Una fracción muy pequeña de segundo, porque la velocidad de la luz es muy rápida.

- ¿Y cuánto tarda la luz de la luna en llegar hasta aquí?

-Poco más de un segundo.

- ¿Y el sol?

-Ocho minutos.

-O sea, nada se ve forzosamente en el instante en que se ve.

-No. Es que esa es la trampa: el presente no existe.

Gaspar Galaz (astrónomo e investigador, CATA, Chile)
en Nostalgia de la luz (2010), film de Patricio Guzmán.

Percibió que era momento de tomar una decisión. Buscó un halo de tranquilidad, tomó aire y plantó su mirada en la abstracción. Supuso que ese podría ser un buen horizonte de llegada. Viajar, entonces, fue la sentencia. Si, ese ímpetu traería otros, efectivamente. Intuyó algunas cosas, pero no todas. Sospechó que podría ser un movimiento de largo aliento y lo mejor sería salir de su entorno lo antes posible. Se alistó, ordenó todo lo que pudo, todo lo que quiso. Volvería, de todas maneras, y las cosas seguirían allí, pero con otro tono. Sonrió previendo el bucle de los acontecimientos: volver diferente a un hábitat familiar sería volver a otro lugar.

Agrupó papeles, guardó insumos y tomó envión. Salió de la ciudad y percibió el gradiente de la luz, ese destello de fugacidad indómita. Se identificó con él y se percató de que no tenía un itinerario programado más que un mapa de acción frágil e inestable con algunos puntos de interés, pues venía con impulso espontáneo. Le gustó la idea de viajar para conocer y recorrer cómo y cuántos territorios quisiese a lo largo de años. Antártida, Polo Norte, Alemania, Argentina, Brasil, España, Estados Unidos... En algunos casos, sólo una ciudad; en otros, urbes y regiones. Se trasladó a sitios que había imaginado parcialmente. Llegó a ellos en simultáneo y de manera secuencial con imágenes preconcebidas y ansias de encuadrarlas. Se apoyó en historias: la de la geometría, la ciencia ficción, las narrativas del color y la luz, el lugar de la ventana en el arte. Así, con ese bagaje y la observación in situ en cada lugar, encontró distintas relaciones modeladas con el entorno. En las metrópolis, en el hielo austral, en el invierno boreal, en parques nacionales, en un delta bonaerense. En cada paraje de su viaje desplegó una misma operación: dispuso planos rectangulares de papel fotográfico y los expuso a la luz natural y a su contexto. Algo de lo que allí sucedía quería que se guardara en ese soporte. Los situó en distintos puntos: el suelo, el piso, una pared, sobre una roca. Algunos incluso dados vueltas, con su cara más sensible hacia la tierra. Capturó intensidades de acontecimientos espacio-temporales que se escapaban de su control. En ocasiones, esa captura duró el tiempo que ocupa un parpadeo de la mirada; en otras, minutos y hasta horas.

Dedicó diez años a esta acción, a este viaje lleno de itinerarios que se expandió, que se moldeó, que se retrotrajo. En cada una de las operatorias encontró matices en la imagen que la fotografía alojaba como registro del paso del tiempo y el movimiento del sol. Se dio cuenta de que, en esta ecuación entre tecnología, astronomía y arte, esas partículas que se adhieren sobre la superficie están en fuga constante. Entonces implementó un método sencillo: no las fijó, guardó los papeles en sobres oscuros que los protegieron de la luz y continuó viajando. Quizás luego habría un momento para volver a exhibirlos y que continuaran desplegando los cambios del entorno, a veces como planos de color, como espacios modulados de intensidad o alojando huellas corporales y accidentes propios de la manipulación.

No se detuvo. No encontró razón para hacerlo, pero luego de meses de trabajo decidió que mostrarlos podría ser propicio. Le interesó que conjuntos de los más de 250 registros tuvieran la oportunidad de seguir modificándose en otros contextos. Así, planeó una agenda de ensayos donde exponerlos y se percató de que la caricia que se genera en el (con)tacto de las miradas entre las obras y lxs espectadorxs replica el suceso del encuentro del papel con los fotones del sol que no fueron absorbidos por la atmósfera y que se alojaron sobre ellos, como también la adherencia de otros agentes, como el viento, el calor o el frío, la humedad, las estaciones del año. Notó, entonces, que esta dimensión táctil del encuentro de miradas renovaba el pacto de constante mutación que las anuda. Una doble exposición que sabe cuándo comienza, pero no el resultado que tendrá cuando finalice. Afianzó su decisión de no fijar las fotos para que sumen cualidades locales y se amalgamen con las de otras regiones, en un clima que conjuga la experiencia del pasado y la incertidumbre del futuro.

De esa manera, volvería a desplegar modulaciones de la exposición. En este caso, en una galería que opera como espacio de exhibición, como dispositivo que habilita una manera de mirar, como recinto social que propone un encuentro espacio-temporal particularizado. Así entonces, se preguntó cómo incide la luz en un contexto social que conjuga la propia temporalidad de las obras expuestas con la relación entre la muestra en la galería y los meses de noviembre y diciembre de 2023 en Argentina. Esa pregunta volvería a inscribir una nueva memoria, a habilitar su acto sobre el acontecimiento de la fotografía e invitar al nuevo entorno a que incidiera sobre ella. En este gesto artístico, volvería a dejar de lado su frenesí por controlarlo todo y estatuir al contexto a que entre en diálogo. ¿Qué pasaría con esa imagen?, ¿qué contribuiría este nuevo entorno, qué podría guardar para sí?

Entonces corporizó los ensayos y si cada imagen allí desplegada es una memoria de un acontecimiento preciso, ¿qué pasa cuando se encuentra en constante exposición mutante?, ¿qué sucede cuando, por el contrario, no está expuesta? Percibió que cierta cualidad de lo eterno daba su aparición ya que, de nuevo, el papel sobre el que toca la luz no estaba fijado y se rebelaba como el extremo opuesto de su conservación. Se dio cuenta de que el presente no existe, y que estas obras poseen la capacidad de disiparse cada vez que reciben luz, acercándose contiguamente al infinito.

Sebastián Vidal Mackinson

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